"Ese instante en el que la vida se detiene de repente para que yo la capture con mi máquina"

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Tras mi foto, ¿Por qué?

TRAS MI FOTO es el motivo que me ha llevado a compartir con el mundo algunas de las aficiones que más llenan mi vida y que ocupan gran parte de mi tiempo libre.
La fotografía y la escritura me proporcionan la libertad que necesito. Con ellas expreso mis sentimientos, mis vivencias y mis inquietudes.
TRAS MI FOTO es un baúl, el cual iré compartiendo y llenando, poco a poco, paso a paso y foto a foto.
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miércoles, 17 de abril de 2019


Una última mirada


La vida no dejará jamás de sorprenderme, aunque en algunas ocasiones, los hechos no sucedan como deseara.

Hoy, el corazón de mi amigo Blas dejó de latir, pero depuso su palpitar tan sólo en su maltrecho cuerpo, para extender su rocoso y cadencioso movimiento en el corazón de todos los que, de una u otra forma, lo hemos conocido y sabido de su historia.

Su leyenda va a estar siempre ligada a mi vida. Estuve junto a él momentos antes de su inesperado y dramático destino, lo que hizo darme cuenta de lo efímero de cada situación.

Mis últimos momentos con él fueron en el interior del templo, mientras preparaba su zona de la tarima bajo el Trono de la Oración en el Huerto, antes del comienzo de su procesión.

Con mimo y delicadeza ataba su curtida almohadilla de color corinto a los fuertes enganches del viejo estrado de madera.

Concentrado en su quehacer, y con los nervios propios del momento que cualquier nazareno tiene antes del ansiado desfile procesional, iba dando forma, lazada a lazada a su inseparable albarda, mientras los ecos de los leves chasquidos de la madera amenizaban el solitario templo con su característica sonoridad.

Junto a él, su inseparable estante de madera, rocoso y poderoso como él, reposando sobre la tarima y protegido por el capuz que lucirá sobre su cabeza durante toda la Procesión.

Va colocando en orden su enorme ”sená”, repleta de caramelos, de huevos y de esponjosas monas que, como cualquier buen nazareno de nuestra tierra, tiene a bien entregar a todo el que disfruta viendo la procesión discurrir por las viejas calles de la ciudad.

Se ajusta con elegancia el nudo de la corbata, se ciñe el cíngulo a su cintura, se estira las medias de repizco, puntea contra el suelo las esparteñas de carretero, acaricia las perlas del rosario, se ajusta la chaqueta y se va colocando con sutil serenidad el capuz sobre su cabeza. 

Por las puertas laterales del templo van entrando, poco a poco, más nazarenos ocupando su zona bajo una tarima o bajo una vara, mientras repiten semejante ritual que él.

Se va acercando la hora. Algunos rayos de luz adentran por los pequeños resquicios de la madera de la puerta principal impregnándolo todo de luz.

El templo va murmullando cada vez más y nos continúa deleitando con el suave perfume de toda clase de flores que embellecen el resto de los Tronos.

Al mismo tiempo, una misteriosa bruma envuelve, como un halo, todo nuestro entorno generando una atmósfera diferente.

Ya queda poco para el comienzo y el ambiente por las calles de la ciudad ya susurra arte, pasión y tradición, mientras Blas da el último apretón a las lazadas de su experimentada y “corinta” almohadilla. 

Ahora sí. Ya tiene asegurado su gran apoyo. Todo está preparado. Su vista se gira hacia el Cristo, hacia su Cristo, mientras reza en silencio y apoyado en su rocoso estante, suplicando que todo salga bien.

Una mirada entre él y yo, mientras fotografío, por última vez, su solitaria albarda perfectamente amarrada sobre la vieja viga de madera del viejo y dorado Trono.

“Todo está ya preparado”, pareció decirme con sus ojos.

Esa fue su última mirada, su último gesto. Esa fue la última vez que lo vi con vida.

Cayó súbitamente al suelo, sin que pudiera hacer nada por él, y siempre a su lado el rocoso y poderoso estante.

Bruscamente cambió el guion de los acontecimientos, y a partir de ese momento, iba a ser todo muy diferente.

No sé si fue su fe, o su devoción, o su pasión, o tal vez las tres motivaciones al mismo tiempo, las que han tenido a bien trasladar a Blas a otro lugar mejor.

Su última mirada, la que nos cruzamos aquella tarde en el interior del templo, será siempre para mí muy alargada. 

Lo que está claro es que los acontecimientos pudieron haber ocurrido de cualquier otra manera, sin embargo, sucedieron así.

D.E.P. Blas

Ricardo López Rubio.
Datos EXIF : D750 - ISO 100 - F/7.1 - 1/100 sg.


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