Identidad.
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Me encontraba conversando el otro
día con un buen amigo, mientras disfrutábamos alrededor de una mesa con el
acompañamiento del aroma de un buen café.
En mitad de este rato de tertulia
hizo un inciso y me comentó, respetuosamente, que leía con mucho interés mis
reflexiones en este espacio digital.
Son unas historias y temas donde me
siento identificado y en el que me veo reflejado en gran parte de tus
pensamientos y en las diferentes formas de ver la vida. – me dijo.
No puedo negar que me causó
satisfacción escuchar sus palabras puesto que uno de los motivos por los que
escribo estas reflexiones, es para que sean leídas y que los lectores, o parte
de ellos, se puedan sentir reconocidos en algunos de estos artículos de
opinión.
¿Y por qué escribes esto? – me preguntó.
Pues verás. – le dije.
Porque tengo necesidad de
expresar, a mi manera naturalmente, algunos pensamientos, preocupaciones e
inquietudes que me rodean diariamente. No quiero ser como otras personas que,
por diferentes o desconocidos motivos, no son capaces de expresarlos.
A veces creo que esas personas no se reconocen, que no saben quiénes son, que no saben los valores que poseen,
que no son capaces de sentirse realizados, que no crean ni aportan nada, que no se comunican. Que
no creen en sí mismos.
¿Felices? – me apostillé.
Posiblemente felices a su manera,
aunque tengo mis dudas. Los percibo vacíos, indolentes y apáticos a ojos de los
demás. Personas que vienen y van, deambulando de un lugar a otro, sin el valor
necesario para realizar lo que desean, alienados y dirigidos por una sociedad
que encasilla y limita. Personas que no han encontrado aún su lugar.
¿Y tú como te ves? – le pregunté.
¿Yo? – me respondió dubitativo.