Respeto.
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Uno de los recuerdos que
guardo de mi etapa de estudiante, no solo en el colegio (la relegada E.G.B)
sino también en el instituto (el antiguo B.U.P y C.O.U) es el momento en el que
puntualmente hacía su entrada al aula el "maestro".
Con paso lento, pero firme
al mismo tiempo, se aproximaba al estrado y pacientemente iba coronando cada
uno de los viejos y chirriantes peldaños que había hasta alcanzar la desgastada
y temerosa tarima de madera.
Profesor : "¡¡Buenos
días señores!!
Alumnos : "¡¡Buenos
días Don Arturo!!
En respetuoso silencio y todos
en pie, recibíamos a nuestro maestro, a nuestro viejo profesor, a esa persona entrañable
y al mismo tiempo respetable y respetada por todos.
El maestro era esa "figura"
encargada de enseñarnos y aportarnos valores y conocimientos de humanidades, de
ciencias, de ética, de..., de casi de todo. La persona que representaba el
valor más importante y necesario para todo ser humano, la educación.
Hoy se puede ver este acto
de respeto como una actitud anticuada y retrógrada, no digo yo que no, pero lo
que no me cabe la menor duda es que durante mi época de estudiante, se
respetaba mucho a la persona que nos hacía partícipes de sus experiencias y conocimientos
con exquisita educación.
Y es que el respeto era
como una asignatura subliminal, una disciplina que no estaba en los programas
educativos, pero que día a día, casi sin darnos cuenta, íbamos embebiéndonos de
ella.
Años después conservo en
mi recuerdo esa época porque me ha ayudado a ser mejor persona y a formarme
como ser humano.
He aprendido a respetar a
nuestros mayores, a valorar sus opiniones, su forma de ver la vida, a empatizar con las
dificultades de su época, a comprender las dificultades por las que atraviesan
en la actualidad, a respetar su declive y a valorar todo lo que nos aportaron
en su momento.
Y es que ellos son dueños
de una vida y de una experiencia que nosotros no tenemos. Nos han regalado el
inmenso premio de acercarnos la cultura, sus costumbres, su pasado, su
experiencia...
Y yo se lo agradezco profundamente porque, desde mi
infancia, una parte importante en mi proceso de aprendizaje ha estado dirigido
hacia el respeto propio y ajeno.