"Ese instante en el que la vida se detiene de repente para que yo la capture con mi máquina"

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Tras mi foto, ¿Por qué?

TRAS MI FOTO es el motivo que me ha llevado a compartir con el mundo algunas de las aficiones que más llenan mi vida y que ocupan gran parte de mi tiempo libre.
La fotografía y la escritura me proporcionan la libertad que necesito. Con ellas expreso mis sentimientos, mis vivencias y mis inquietudes.
TRAS MI FOTO es un baúl, el cual iré compartiendo y llenando, poco a poco, paso a paso y foto a foto.
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domingo, 15 de octubre de 2017


Una carta.




Está amaneciendo mientras saboreo un reconstituyente y aromático café.

El frescor de la mañana se entremezcla con el vaporoso y tibio humo que aflora del tazón y lentamente van asomando los primeros rayos de sol tras el enorme mirador del antiguo mesón.

Agazapado y amparado en una esquina del establecimiento, tras una pequeña mesa de madera, diviso toda la escena que se presenta delante de mí.

El lóbrego suelo, formado por largos vástagos de madera, resuenan a cada paso recreando un sonido intrigante y desconcertante al mismo tiempo.

Su alto techo ahonda con sensación de grandiosidad y sus paredes, recubiertas de madera, están ordenadamente decoradas con viejas fotografías enmarcadas, la mayoría de ellas en blanco y negro.

Grandes ventiladores cuelgan de algunas de las columnas removiendo el aroma entremezclado y creando un particular perfume que impregna el ambiente.

Un pequeño quinqué de metal, sobre cada una de las mesas, crean un individualizado espacio proporcionando una seña de intimidad propia.

Varias personas, en silencio, unos ojeando un periódico, otros con su dispositivo móvil, otros escuchando las noticias que fluyen de un viejo aparato de radio, otros tan sólo, disfrutando del madrugador ambiente que envuelve este antiguo mesón.

Abstraído de todo, mi mirada perdida, pensativa y melancólica se dirige hacia ese enorme mirador donde admiro la frondosidad del paisaje que envuelve este lugar mientras sujeto firmemente y con ambas manos el tazón del reconstituyente y aromático café.

Grandiosos árboles danzan al son de la música del fuerte viento que azota el lugar mientras lloviznan, cadenciosamente, grandes hojas recordándome que estamos en otoño.

En una de las mesas, al lado del enorme mirador, hay una joven muchacha leyendo con mucho detenimiento lo que parece una carta manuscrita y gesticulando con presunta complacencia mientras va pasando las hojas de esa carta.

Observo a la muchacha oculto tras el quinqué que ilumina mi mesa y veo cómo gesticula con extraordinaria naturalidad y con suaves movimientos de su cuerpo, de su cabeza y de sus manos.

...

"Mamá, déjame las llaves del buzón que hay cartas", le decía cuando llegaba del colegio. Era miércoles y sabía que el cartero iba ese día a entregar cartas por esa zona de la ciudad donde vivía.

Recuerdo la alegría y nerviosismo con que rápidamente bajaba las escaleras del edificio para abrir el cajetín de correos esperando que hubiera alguna carta de un amigo o familiar. Era un momento mágico.

De puntillas conseguía con dificultad abrir el cajetín y recoger con mucho entusiasmo todas las cartas que el cartero había dejado horas antes.

Me sentaba en las frías escaleras del portal de la casa e iba pasando rápidamente una a una todas las cartas hasta encontrar alguna que fuera dirigida a mí.

Era un instante de espera, un instante de ilusión, un instante de complicidad, un instante de emoción. 

Veía el sello y el matasellos para ver de dónde venía, reconocía su caligrafía y le daba la vuelta al sobre para leer el remitente mientras desgajaba un lateral con todo el cuidado posible de no romper nada de su interior.

Leía con detenimiento, transportándome a su mundo, sentía donde y como estaba, entendía sus palabras y sus frases e interpretaba incluso su trazo. Empatizaba con él y sentía a cada frase suya como demandaba mi respuesta escrita. Era el deleite de la lectura de una carta manuscrita y sentir cerca y personalmente la amistad de una persona a pesar de la distancia.

...

En esto que la joven muchacha dobló su carta y la guardó en el sobre mientras recogía sus pertenencias y daba el último sorbo a su café. Se levantó lentamente, con discreción, aún así resonaron los viejos y desgastados vástagos de madera del lúgubre suelo.

La muchacha pasó junto a mi mesa, la miré y regalándome una sonrisa se marchó.

No hacían falta las palabras.
Ricardo López Rubio
(Datos EXIF - D750 - ISO 100- f/5.6 - 1/250 sg)

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